El patito del cuento que todos y todas conocemos no era feo sino diferente. Somos diferentes unos de otros y eso nos hace ser interesantes, únicos e irrepetibles y debemos aceptarnos a nosotros mismos con nuestras capacidades y limitaciones valorando las de los demás. Sobre este tema estuvimos debatiendo en clase y caíamos en la cuenta de que si todos fuéramos iguales este mundo sería muy aburrido, sin poder enseñarnos cosas los unos a los otros. Para comprenderlo mejor hicimos una dinámica de grupo llamada mundo de colores en la que cada niño o niñas llevaba una pegatina de un color y tenían que agruparse sin darles ningún criterio. Ellos se agruparon buscando su mismo color, pero una compañera tenía una pegatina cuyo color no se correspondía con ninguno de los grupos. Les pregunté que por qué se había agrupado de esa manera y me dijeron que se unieron a los iguales, entonces les hice caer en la cuenta de cómo eran los grupos de la clase y de cómo trabajaban integrando las aportaciones de todos los miembros. La compañera de la pegatina diferente, María Reyes comentaba que se había sentido bastante mal, se había sentido sola y sólo un compañero se había preocupado de admitirla en su grupo a pesar de tener un color diferente. No hay que rechazar a los demás por ser diferentes, además no debemos actuar de esta manera si no queremos que a nosotros nos trataran igual. Tras esta reflexión les pedí que se agruparan de otra manera, e hicieron tríos en los que había tres colores diferentes. Creemos que el valor y el respeto a la diversidad es un valor primordial que deben poseer nuestros niños y niñas.
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